Han pasado ya dos semanas desde el violento paso del poderoso huracán Otis por las paradisiacas costas del estado de Guerrero, principalmente en la ciudad de Acapulco, mismo que dejó atrás una destrucción nunca antes vista en tierras mexicanas a causa de este tipo de fenómenos naturales.
Y aunque el gobierno federal y estatal han hecho de todo para apoyar a la población afectada por el este inusual fenómeno meteorológico, poco han logrado ante la inmensa escala de la destrucción que Otis le provoco al gran destino turístico guerrerense. El gobierno municipal, ya no existe, cabe destacar.
Antes de Otis, Acapulco ya era una ciudad en problemas. Existían de antaño complicaciones para el abastecimiento diario de agua potable a las colonias altas y marginadas; la seguridad pública, la violencia y otros cuantos problemas eran deuda pendiente que cada gobierno que llegaba le dejaba a su sucesor, mismo que se iba sin poder resolverlo, incluido este ultimo encabezado por la morenista Abelina López.
Pero si de un problema verdaderamente de antaño que padece Acapulco queremos hablar, es de la recolección y deposito de basura. Y es que no había esfuerzo que alcanzara para satisfacer la demanda de levantamiento de desechos domésticos que el puerto turístico le exigía a sus autoridades y que año con año crecía cada vez más.
Y nadie se llegaría a imaginar lo que a partir del pasado miércoles 25 de octubre le sucedería al gran puerto y la falta que le haría el contar con un buen sistema para la recolección de los desechos domésticos.
La desgracias llegó, Otis alcanzó Acapulco con vientos de hasta 300km/h que hicieron para miles de habitantes imposible poder resguardarse con seguridad dentro de sus propios domicilios, pues las poderosas rachas de vientos les arrancaron techos, puertas y ventanas, destruyendo en su interior todo el patrimonio que con esfuerzo habían construido, convirtiendo sus posesiones en no más que basura que hoy se apila afuera de sus casas junto a la de sus vecinos.
Esta violación de Otis al espacio personal y las residencias de los acapulqueños transformó no solo el interior de las mismas, si no la actual apariencia de las calles de las colonias populares de la ciudad, tal como en la Luis Donaldo Colosio, ubicada en la zona de Puerto del Marqués, muy cerca de Punta Diamante, donde cada esquina se ha convertido en un pestilente basurero en el que descansan pilas de enseres y desechos domésticos que desde hace varios días despiden pútridos olores que se adornan con la efervescencia de moscas que al caer el sol se convierten en una tortura para los ya en sí castigados pobladores.
Frente a una de estas montañas pútridas de basura vive la pequeña Maleny, una inocente niña de entre 7 y 8 años de edad con evidentes signos de desnutrición y vestida con las únicas ropas sucias que Otis le dejó. Por las calles llenas de pilas de basura, moscas y lodo pasea en una carreola de juguete a su pequeño gato “Michi” a quien asegura rescató del lugar donde vivía porque al igual que a ella el huracán le destruyó lo que era su casa.
Pese a la tragedia que se vive en las calles de su colonia, Maleny no deja de sonreír y ser amable cuando le pregunto el nombre de su gato y si ya comió.
Foto: Zeltzin Juárez
Con la confianza de una niña inocente nos platica que nadie les ha ido a regalar comida o agua, “solo llegan a la estatua (de Colosio) y no se meten hasta acá”, me dice mientras remata relatando que no ha comido en dos días y que no le gusta que su entorno este lleno de basura y moscas que no le dejan dormir.
A su corta edad y habitando en lo que hasta hace unos días era un paraíso enclavado en el Pacífico mexicano, Maleny esta viviendo una de las peores tragedias ocurridas en México y el mundo en tiempos modernos, y pese a ellos su inocencia aun sigue intacta. ¿Hasta cuándo?
El pueblo de Acapulco seguramente tardará mucho tiempo, quizás años en levantarse de la tragedia que hoy en día vive aparentemente en soledad, pues el Estado Mexicano y sus autoridades locales han dejado en claro que están completamente rebasadas por el nivel de destrucción de Otis, pese a que diariamente se adornen de logros en la atención de la tragedia como que aseguren que han devuelto la energía eléctrica a más del 90% de la población, lo que es una vil e indignante mentira.
Si queda algo de esperanza para que ese bello puerto que durante décadas fue el orgullo de México, sirvase el ejemplo de Maleny para devolverle a Acapulco su belleza y pujante calidez, pues ella pese a las moscas, el putrefacto olor y las montañas de basura, ella pasea a “Michi” mientras las autoridades los mantienen en el olvido, esperando a que un día salga de su casa y su entorno este limpio.
Por Maleny y los niños de Acapulco, deseo que pronto las autoridades de los tres niveles de gobierno salgan de su letargo y les devuelvan una ciudad limpia, incluso mucho más bella a lo que era antes de Otis.
Por Carlos Domínguez