A 24 días del 2022, ya son tres los colegas periodistas asesinados en México y en la total impunidad. Veracruz y Baja California son los estados con más agresiones contra los miembros de la prensa en los últimos años. Ambos gobernados por Morena.
México es silenciado pedazo a pedazo y, pese al discurso oficial de hacer justicia en honor a la memoria y la familia, y el combate a la impunidad que mantienen el 97% de estos casos, nada sucede. No hay consuelo para las familias, reparación de un daño irreparable y mucho menos justicia.
Para quien decide asesinar a un miembro de la prensa en este país no pasa absolutamente nada. Al contrario, suelen ser premiados en algún partido político, como el de moda: Morena. O mejor aún, lo llaman a formar parte de algún gabinete, le dan un consulado o embajada.
De nada sirven los acuerdos internacionales en materia de Derechos Humanos, estar en las Mesas de Paz de la ONU, o que el presidente de la República realice todos los días a las seis de la mañana una reunión de seguridad en Palacio Nacional con los más altos mandos de seguridad y justicia de México.
De nada sirven todos los esfuerzo hechos de mala gana para domar a este violento y pujante país, que a diario se baña con la sangre de su pueblo inocente, sumergido en la miseria y la desesperación por la falta de oportunidades para salir adelante.
A tres años de la llegada de la 4T el discurso es el mismo que ya dijeron los de antes, sólo que ahora se parafrasea más lento y sin atribuirse la responsabilidad que tienen, pues aseguran “heredaron el problema”.
A más de tres años del “obradorismo” en el Poder Ejecutivo, la culpa y la responsabilidad de estos crímenes la siguen teniendo “los de antes”, los “neoliberales”, los “corruptos”, los “vendepatrias”, los “conservadores”, los que “vivían al amparo del poder”, reza el discurso oficial.
“A mí no me miren” se entiende en la voz del líder de este país cada vez que con semblante apenado y a la vez retador sale a ofrecer condolencias y justicia a las familias de los colegas asesinados. Pues él solo es el presidente.
Qué en paz descansen: José Luis, Margarito y Lourdes.
Por Carlos Domínguez