Ciudad de México, 1 Sep .- Sexenios van y sexenios vienen, jefes del Poder Ejecutivo Federal siguen cambiando y la sangre aún se sigue derramando a lo largo y ancho de la República Mexicana sin que nadie haga algo “inteligente” para detener esta ola de muerte que ha desmembrado familias sin que exista consecuencia alguna contra los victimarios.
La impunidad impera y la desesperación que embarga a las familias lastimadas por la delincuencia es reprimida por el miedo a las represalias y el abandono total de todas las autoridades quienes rebasadas por la violencia y hasta la capacidad de fuego e inteligencia de los criminales deciden no correr “el riesgo” de impartir justicia y castigar a los criminales.
No es de sorprenderse que los mexicanos hayamos perdido la sensibilidad y la capacidad de asombro tras convertirse en noticia del diario que hechos delictivos se repitan cada vez con mayor frecuencia y en todos los sectores de la población, ya que, los tentáculos del crimen organizado no respetan posición económica, social o política.
Desde 2006 a la fecha más de una vez hemos sido testigos de cómo empresarios, políticos y artistas lloran frente a las cámaras por un ser querido arrebatado por esta ola de violencia provocada por el crimen organizado, algo que no era tan visible antes de la fecha mencionada.
De la población civil ni hablamos, a nosotros, los de a pie, quienes formamos el grueso de la sociedad y que nos partimos la madre a diario para llevar el pan a nuestras mesas nos ha ido mucho peor.
Diariamente uno lee, escucha y se entera de situaciones donde pierden la vida cada vez más y más ciudadanos mexicanos, noticias que se han convertido en nuestro pan de cada día, que ocupan las primeras planas y titulares de los impresos más morbosos que, por cierto son los más vendidos. Lamentablemente, nadie habla del combate eficaz a estos delitos.
Mientras las cosas continúen como hasta ahora, con una autoridad cómplice de la delincuencia, temerosa de sus resultados e incompetente, parece que nuestros conocidos, amigos, familiares e incluso nosotros mismos tenemos altas probabilidades de enfrentarnos aunque sea una vez en la vida –si bien nos va- a la delincuencia.
Lo que es un hecho es que todos los mexicanos hemos sentido –desgraciadamente- o vamos a sentir –lo más seguro- cómo esta ola de violencia nos embiste como un camión a toda velocidad, otros -con más suerte- tal vez vean de cerca cómo el automotor pasa a toda velocidad dejando en el viento un olor a miedo. Lo que es prácticamente un hecho es que todos podríamos sentir el terror que deja en cualquiera de sus acercamientos este carro de fuego llamado delincuencia organizada, y aun peor después de esto comenzar a vivir con las consecuencias que este deja en el 99% de los casos: Impunidad, esa que es la única garantía para los cobardes que laceran nuestra familia.
La pregunta es, ¿Hasta cuándo el pueblo de México dejara de sentir estos hechos como “normales” y exigirá a la autoridad un YA BASTA rotundo que detenga este monstruo devorador de vidas y destructor de familias?, ¿Hasta cuándo resistiremos a los salvajes que atacan a nuestro pueblo y nuestros seres queridos?
¿Hasta cuándo gran pueblo de México? Pueblo descendiente de los Aztecas, pueblo valiente que en el pasado decidió luchar antes que someterse a las vejaciones de una cultura extraña para olvidarse de su estilo de vida; pero esa es historia para otra columna.
