Para la reflexión…
Ciudad de México, 8 de octubre (NACIÓN 14).- Miguel Herrera es diminuto espejo de un pueblo y de su patrón, Emilio Azcárraga jean, dueño de América y la poderosa Televisa:
Ignorante, soberbio, lépero, violento, homófobo, con estudios de segundo semestre de odontología por la Universidad Autónoma de Guadalajara, representante del Opus Dei, una de las instituciones de educación superior más conservadoras y temibles del país, donde la homosexualidad es pecado venial.
El técnico americanista incendió las redes sociales este fin de semana luego que calificó de “puto” al árbitro del partido que América perdió por goleada 2-5 ante Cruz Azul, también arremetió contra el resto del cuerpo arbitral, llamándolos “maricones”.
Horas después Herrera difundió un vídeo donde se muestra arrepentido, “consternado” por sus palabras y ofrecía disculpas.
Intentó atemperar la sanción de cinco partidos, mínimo que establece el reglamento de la comisión disciplinaria por este tipo de conductas.
Y lo logró: sólo fue castigado con tres encuentros por la Comisión Disciplinaria.
Hay comentaristas que miran los árboles y no el bosque: sugieren a Miguel Herrera recurrir a un sicólogo para atemperar su carácter. En todo caso a quienes más urge terapia es a los zares del balón.
Ellos son una suerte de Frankenstein, creador de monstruos.
El problema, en sentido estricto, no es el Piojete, sino la estructura del futbol mexicano que permite estos personajes.
Sería baladí esta historia de no ser por la campaña que inició la Federación Mexicana de Futbol para erradicar el grito homófobo en los estadios del balompié nacional, enquistado hace más de 15 años.
Morelia, equipos propiedad de Ricardo Salinas Pliego, dueño de TV Azteca, ya comenzó con un video donde participan niños y cuestionan el grito discriminador.
Incluso la FIFA ya advirtió que de persistir está exclamación colectiva en los partidos oficiales corre el riesgo de quedar fuera del mundial de Qatar 2022.
México ya no es sujeto de multas porque ya recibió 14 sanciones económicas.
Además, FIFA enviará una especie de fiscal futbolero para constatar que en los estadios no haya el tristemente famoso grito.
Por eso la sanción a Herrera es una caricia.
En aras de poner un ejemplo, la FMF debió imponer un mayor castigo.
Felipe Ramos Rizo, ex árbitro, puso el dedo en la llaga: denunció que la sanción al técnico debió ser apegada al reglamento, mínimo 5 juegos.
Y le quedó claro que hay equipos que “pesan” más que otros en el futbol mexicano.
Utilizó Ramos Rizo un eufemismo para referirse a la mafia que caracteriza al futbol mexicano hace más de medio siglo, encabezada por la dinastía Azcárraga.
Y dejó entrever, que como sucedió en 2017, los árbitros podrían volver a parar el futbol mexicano, ante la laxitud con que se maneja la Comisión Disciplinaria.
Sólo falto que los directivos de la Federación Mexicana de Futbol, como sugiere el presidente de México, Andres Manuel López Obrador, acusen con su abuela a Miguel Herrera por portarse mal.
Y tan tan, no pasa nada.