Durante la primera semana del proceso electoral para renovar al Poder Judicial de la Federación, he sido testigo presencial del enorme carisma y simpatía particular que distingue al experimentado abogado, César Gutiérrez Priego, quien busca ocupar uno de los lugares que Norma Piña y su pandilla dejarán el próximo 31 de agosto para darle lugar a juzgadores y juzgadoras electos por el soberano: el pueblo.
El hijo mayor del General de División DEM, Jesús Gutiérrez Robollo, lejos de ser un ‘junior’ arrogante y soberbio, acostumbrado a la opulencia y que anda por la vida encerrado en una burbuja -imaginaria- de cristal que lo aísle de las problemáticas que vive día a día el ciudadano mexicano de a pie, más bien es un hombre sencillo que por su profesión viste elegante y siempre presentable, que pese a sus amplios conocimientos en derecho y su gran popularidad en las redes sociales y con el pueblo, no deja que esas circunstancias lo mareen y contaminen.
Desde el primer día del proceso, pude ver a un hombre sencillo, derecho y directo, que no se anda con enredos ni con medias tintas, que habla como habla el pueblo y que ríe como se ríe el pueblo, incluso chifla igual que muchos hijos del pueblo; por eso no me sorprende que más de uno que ya sentían segura la silla de la Presidencia de la Corte, ahora traten de echarle la caballería en contra utilizando las viejas mañas de siempre.
El proceso apenas inicia, aún le falta muchísimo a esto y es muy pronto para imaginar o adivinar algún resultado, lo único que con seguridad puedo decir es que como dice el dicho: “lo que bien empieza, bien acaba”.
Dato: Al parecer, César Gutiérrez Priego nació para hacer campaña y caminar con el pueblo pero aún no lo sabía, y de seguir así, no alcanzo a imaginar lo que en un futuro no muy lejano la vida y la voluntad del pueblo le tengan preparado en la función pública.