“Si quieren el progreso de Nuevo Laredo, no voten por los Canturosas”, advertía semanas antes del 2 de junio el entonces candidato a Síndico Primero de Nuevo Laredo por la coalición Morena-PT-Verde, Roberto Maldonado Siller, provocando sorpresa entre la población del este importante municipio fronterizo.
Fueron varias las ocasiones en que Maldonado Siller repitió el citado mensaje sin lograr hacer el eco que quizás buscaba, pues los medios de información locales no se atrevían a publicar en sus páginas Web o de redes sociales semejante afrenta contra los hermanos Carmen Lilia y Carlos Canturosas, hoy convertidos en un Cáncer que consume a discreción los fondos del erario municipal.
El político y abogado era amigo, cómplice y hasta compadre de Carmen Lilia y Carlos, pero todo se acabó cuando semanas antes del día de la elección algo fracturó la relación entre los hermanos y el abogado: Óscar Mario Hinojosa Ramírez, esposo de Carmen Lilia, fue secuestrado y golpeado por integrantes del Cártel del Noreste, debido a la sospecha que el grupo criminal tenía de que pretendía ayudar al Cártel del Golfo para que ingresaran a la ciudad después de que su esposa Carmen Lilia lograra la reelección a la presidencia municipal. Días después, a Roberto Maldonado le sucedería lo mismo, también fue secuestrado y golpeado bajo los mismos señalamientos, algo que hasta días previos a su muerte juró que era falso.
La ruptura fue inmediata, Roberto aseguraba que no tenía absolutamente nada que ver con los acuerdos que Oscar Mario Hinojosa había cerrado con el mayor enemigo del grupo criminal que opera en la región de Nuevo Laredo y la frontera chica: el Cártel del Golfo. Por estas razones decidió bajarse de la contienda y solicitó su reemplazo de la fórmula Canturosista encabezada por Carmen Lilia, pero los hermanos le ordenaron quedarse sin importarles su seguridad y la de su familia.
La presión por su integridad y la de los suyos lo embargaron y en pocos días el distanciamiento entre el hoy occiso y los cancerígenos hermanos ya era evidente, aunado a que estos jamás mostraron interés por haberlo puesto en medio de la disputa por el control de la ciudad que mantenían dos grupos delictivos y sus respectivos intereses personales.
No se sabe con exactitud en qué momento Roberto Maldonado decidió deslindarse públicamente de los Canturosas como una aparente medida desesperada que le dejara claro al grupo criminal del Cártel del Noreste que él no tenía nada que ver con las tranzas y los acuerdos de los hermanos y sus enemigos los del Cartel del Golfo; quienes lo conocían aseguran que su salud decayó, que ya no se sentía seguro y estaba casi solo pues parte de su familia tuvo que huir de la ciudad tras confesarles el cochinero en el que lo habían metido quienes días antes eran sus compadres.
Sus amigos confiesan bajo juramento de anonimato que después de ser secuestrado por unas horas ya no se volvió a parar en algún mitin de los hermanos, por el contrario, en cada oportunidad que tenía repetía la misma consigna: “Si quieren el progreso de Nuevo Laredo, no voten por los Canturosas”, sellando así el destino que hoy los alcanzó, pues hasta el mismo repetía, “de todos modos ya estoy muerto”.
Roberto Maldonado Siller se opuso hasta sus últimos días a los oscuros planes de los hermanos Canturosas, trató dignamente en la medida de sus posibilidades hacer conciencia entre la población neolaredense y desnudar la verdad que ambos hermanos ocultan detrás de sus hipócritas caras que cada noche untan con cremas parisinas para desvanecer la huellas de sus adicciones.
“Los Canturosas son un cáncer que frena el desarrollo y la prosperidad de la ciudad”, aseguraba en cada oportunidad que tenía, lamentándose la cobardía de haberlo callado por tantos años y tener que esperar a sufrir las consecuencias de esa relación inmunda para entrar en razón y hacer algún esfuerzo para abrirle los ojos a una sociedad a la que poco le interesa que sus gobernantes sean aliados de los delincuentes a los que juran enfrentar, e ahí el éxito político de los Canturosas.