Jesús Medina Aguilar | Callejero4T
El mejor sistema de justicia con el que cuenta el actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador es el de Estados Unidos, solo en ese territorio es posible la detención de dos objetivos de alto nivel, la última: la del General Salvador Cienfuegos, el más alto mando militar del período de Enrique Peña Nieto, “comandante supremo” con quien lideró al ejército más letal de Latinoamérica.
La investigación por narcotráfico no sorprende mucho a los mexicanos, sin embargo pone en la agenda de medios la discusión sobre el peligro que representa un numeroso ejército al mando de entes corruptos que solapan lo que están encomendados a combatir. Quizás el nivel de poder que se le ofrece a la estructura militar dentro del gobierno no le preocupe al presidente por su determinación en acabar con la corrupción tan enquistada en las entrañas de esos mandos que traicionan a su patria.
Dentro de los cuarteles se esconde mucho. Historias y anécdotas no reveladas de generaciones antes uniformadas de verde olivo hoy pixelados, reglas y castigos no escritos que no se diferencian mucho de las prácticas al interior de las peores cárceles de nuestro país, corrupción, tortura, tráfico de estupefacientes y ejecuciones extrajudiciales muchas de las cuales mantienen en prisión a cientos de militares que obedecieron órdenes mientras que su general secretario de la Defensa no solo los dejó solos, sino que le dio la espalda a la tropa que fue juzgada por abuso de autoridad.
Una gran cantidad de elementos que integran las filas de las Fuerzas Armadas son extraídos de las comunidades más pobres de México, algunos jóvenes indígenas incluso tienen dificultades para hablar y entender el español, sin embargo, son enviados a las zonas más hostiles abrazando su fusil y la esperanza de no morir o no caer en prisión por violentar los derechos humanos de aquellos que les apuntan a la cabeza.
La corrupción de los mandos se conoce por la tropa, sin embargo, al silencio y la complicidad le hacen ver como “espíritu de cuerpo”, han bañado de corrupción las palabras honor y lealtad.
Antes de llegar como secretario de la Defensa el General, Cienfuegos era otro mando corrupto como los que pululan y se reprodujeron durante el priismo institucionalizado y se consolidaron con el panismo.
Cienfuegos era un comandante de los que metían la mano a la quincena de la tropa para pagar compras del casino (tienda) “voluntariamente a huevo” a los empobrecidos soldados cual tienda de raya, era un comandante como los que simulan gastos de las instalaciones mientras culpan a los oficiales.
Es un general de los que olvidaron cuantos soldados fueron abatidos a su mando, poco importan las viudas al cuidado de pequeños sin su padre, aquel valeroso que murió “por amor a la patria” cuando en realidad combatía al cártel incómodo del narcoestado.
Este remedo de general son los que impidieron el ascenso de valiosos oficiales con talentos que quedaron sepultados condenando a la mediocridad a un ejército que realiza labores de policía preventivo.
Pero la culpa no es del general sino de quien lo hizo compadre, aquel que le otorgó la responsabilidad de dirigir a todos esas mujeres y hombres que entregaron su tiempo y su vida por servir a México.
Una gran cantidad de militares está en disgusto con la forma en que hoy se ejecuta el mando, no a todos gusta la consigna de guardar el fusil y endurecer la piel ante las pedradas, palazos y mentadas de madre. “Los derechos humanos son para los delincuentes” es una frase que he escuchado entre los uniformados, los antisociales se aprovechan de esa idea al jactarse de librar la cárcel, pese al engorroso proceso que los oficiales tienen que hacer tras detener al infractor de una ley federal “pero casi siempre salen libres, se les vuelve a encontrar apuntándote con un cuerno de chivo…o muertos” me comentaba un oficial de infantería.
La delicada realidad del militar contrasta con la opulencia del funcionario o del opinólogo que desde la comodidad de su hogar exigen mano dura para bajar los índices de inseguridad, pero tachan de excesivo el uso de la fuerza contra los “grupo elite” (sic), o que hayan dejado libre a Ovidio. Los militares saben y conocen el concepto tan ambiguo en que se tiene a la institución más respetada pero también tan vapuleada por los civiles, la tropa aguanta eso y más, pero no la traición de sus mandos, “eso sí calienta” diría el presidente López Obrador quien pide no estigmatizar al Ejercito por el actuar de sus mandos.
Fuera de los medios de comunicación y las redes sociales, en las calles es donde se encuentran las víctimas ya sea desgastando la suela de los zapatos en una manifestación, durmiendo en una banqueta al lado de un “recinto público” o en los lugares donde buscan a sus desaparecidos, es ahí donde se cruzan esas voces que no se cansan de exigir justicia por los rostros que inundan los carteles y lonas que acompañan los campamentos.
Hay quienes piden que se haga justicia por toda esa tropa que murió antes de saber quién era su comandante.
Que se haga justicia por todas esas víctimas de la guerra simulada.
Y más vale que se haga justicia o el mismo pueblo armado aplicará la suya. Solo es cuestión de tiempo.
@Medinamedios